Insisten e insisten con la palabreja. Lo sostienen y repiten
aquellos mismos que nos incitan a consumir para que la economía no se derrumbe.
La propia Merkel auguraba recientemente 5
años más de austeridad en Europa. Eso nos lleva al horizonte del 2017.
¿Aguantarán las familias?.
Cómo estamos en el euro y la máquina de hacer billetes está
en Bruselas y precintada, no es posible una devaluación de moneda, y por lo
tanto, dicen, hay que devaluar sueldos
para ganar competitividad.
Según se publica hoy en “El
País”, la devaluación salarial en España se cifra en un 20% en el sector
público. Algo menos en el sector privado, si bien en éste, el ajuste vía
despidos ha sido superior. Y para nada, porque aunque se ha aumentado la
productividad porque trabaja menos gente, y los que trabajan lo hacen más
tiempo y cobran menos, en contra de lo que se afirmaba, no se ha traducido en
un incremento de la competitividad, porque no ha ido acompañada de la
contención de los márgenes empresariales y del ajuste de los precios regulados
(energía, combustible, tasas, transporte público...
La combinación de reducción de salarios y destrucción de
empleo incrementa los riesgos que implica por sí misma toda devaluación
salarial: la caída excesiva del consumo interno y mayor dificultad de los
afectados para hacer frente a las deudas contraídas. Si además de las caídas de
ingresos, los impuestos suben y el IPC sigue creciendo al mismo ritmo que en
época expansiva, el resultado es un empobrecimiento brutal. Eso sí, solamente
de unas capas sociales. Hace 20 años, la diferencia salariales entre directivos
y asalariados era de 10-20 veces superior y ahora es hasta 100-200 veces
superior.
Sabemos que poco les importa mientras aguante la macroeconomía.
Mientras haya un porcentaje de la población que viva holgada y mantenga el
consumo en unos niveles mínimos de pervivencia macroeconómica, obviarán que
otros se quedan por el camino.
Llevo tiempo convencido de que lo único que puede hacerles
cambiar de opinión a los que mandan es que bajen de forma significativa las
exportaciones de bienes alemanes y del norte de Europa. Por eso hace tiempo que
miro las etiquetas y no compro nada procedente de esos países. No pretendo
organizar un boicot, cada uno que haga lo que crea conveniente. Practico un
consumismo militante, desde la individualidad, y no comulgo con aquellos dicen
que a pesar de habernos reducido los sueldos por vía directa y el poder
adquisitivo vía impuestos aún debemos gastarnos lo poco que nos queda porque es
nuestro deber patrio contribuir a que esta o aquella empresa no eche el cierre.
¿Quieren austeridad?. Seamos austeros. En todo. Veremos como
se desarrolla la próxima campaña navideña. Auguro una reacción furibunda por
parte de los comerciantes. No se les escuchará. En cambio correrán cuando las
grandes superficies alcen la voz.
Mientras tanto, bastante tienen muchos con llegar a fin de
mes. Nos han contado la mentira de que “Hemos vivido por encima de nuestras
posibilidades”. Me pregunto ¿Quiénes?. ¿Se puede mantener esto y al mismo
tiempo lo contrario, que sigamos consumiendo?.
No soy un experto en economía, pero sé que el capitalismo se
basa en dos principios fundamentales:
- Que el dinero circule: es decir, que el que ingresa gaste, para que el dinero vuelva al circuito y fluya.
- Que exista crédito: Para posibilitar la inversión, y que el dinero produzca riqueza.
Y ahora nos dicen que hemos gastado demasiado y que hemos
abusado del crédito. Pero al mismo tiempo que debemos seguir gastando, cobrar
menos, pero que ya nadie nos dará crédito. Porque hemos sido malos, hemos
gastado lo que no teníamos, y hemos pedido préstamos que no podemos pagar. ¿Y
quién y porqué nos prestaban?. Donde hay un prestatario a la fuerza debe haber
un prestamista. Pero ahí parece que no hay responsabilidad. Gran mentira.
Y flexibilizan los horarios de apertura de los comercios
para que gastemos más. Lo que necesitan los consumidores no es más tiempo para
comprar, sino más dinero para gastar. Sin dinero, ya podemos tener todo el día
que no entraremos en una tienda. De hecho hay ya 5.800.000 personas en este
país que disponen de las 24 horas del día para comprar, pero dudo que su
consumo vaya más allá de los productos y servicios básicos para la
supervivencia.
En España, salir era sinónimo de caminar y pararse a tomar
algo. Era parte de la identidad nacional, alternar, relacionarse, compartir.
Hasta con eso están acabando. Ya no me tomo la cerveza de rigor. Sólo gasto
suela de zapato, y cuando llegue el momento cambiaré las tapas. No sé qué les
parecerá al de la cervecería, ni al dueño de la zapatería, en cambio a mi
zapatero remendón le saldrá una sonrisa.
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